• Habría crecido conociéndome bien y sabiendo cómo transmitir mis pensamientos y sentimientos de manera asertiva a los demás.
  • Habría tomado siempre mis decisiones basadas en mi propio interés, respetando a los demás, en vez de relegar mis intereses al último puesto en pro de los demás.
  • Habría cometido menos errores porque habría sabido valorar bien los pros y los contras, además del resultado de mis decisiones, antes de llevarlas a cabo.
  • Habría sabido que hay personas que utilizan a otras para hacerlas portavoces de sus quejas mientras pasan desapercibidas, de tal forma que son los portavoces los que quedan expuestos como inconformistas, inadaptados y rebeldes.
  • Habría tenido mayor autocontrol en situaciones complicadas consiguiendo centrarme en mi bienestar en vez de mostrar agresividad verbal, soberbia, arrogancia y orgullo.
  • Habría podido identificar claramente oportunidades de mejora personal y profesional y habría podido decidir si me interesaba o no aprovecharlas.
  • Habría detectado personas tóxicas a mi alrededor para apartarme de ellas y no dejar que merodeen a mi alrededor.
  • Habría sabido qué tipo de personas eran más afines a mí en vez acercarme a aquellas que despertaban mi curiosidad.
  • Habría comprendido mi secuencia de pensamientos negativos, limitantes, obsesivos… para trabajarlos y convertirlos en los apropiados para mi.
  • Habría tenido recursos suficientes para enfrentarme a conflictos y problemas y solucionarlos de la mejor manera posible.
  • Habría cimentado mis relaciones sentimentales en base a la comunicación, la lealtad, la comprensión, el respeto y el amor.
  • Habría entendido que yo tengo el poder y la capacidad de salir adelante en los momentos más duros y que quedarme estancado en la tristeza y la desesperación me introducían más en un estado de angustia y ansiedad irremediables.
  • Habría controlado mis momentos de frustración, tolerancia y paciencia para educar mejor a mis hijos y aportarles el mejor ejemplo.

¿Con cuántas de estas afirmaciones te sientes identificado?

Qué duda cabe que sin desarrollo emocional:

  • Mostramos comportamientos inadecuados como agresividad, falta de respeto, irascibilidad, inmadurez, frialdad, cobardía…
  • Tenemos una personalidad negativa, impaciente, obsesiva, con mentalidad cerrada e inflexible, insegura, inestable, pensamientos y creencias limitantes…
  • Somos incapaces de asumir retos, enfrentarnos al cambio, tomar decisiones…
  • Manifestamos predisposición a las adicciones y a conductas que pongan en riesgo la seguridad personal propia o de otros.
  • Nos faltan recursos para solucionar problemas y gestionar conflictos.
  • Fomentamos relaciones sociales complicadas, tóxicas, con pérdida de la identidad y dependencia de personas.
  • Sufrimos una ausencia de valores.

Cuando aprendemos quiénes somos, cuáles son nuestros miedos más profundos, nuestros valores más importantes y nuestras creencias fundamentales; somos capaces de entender cómo queremos mostramos ante nuestro entorno.

La clave fundamental para experimentar relaciones familiares y sociales auténticas y extraordinarias es trabajar primero en uno mismo.