Vivimos a un ritmo vertiginoso en el que apenas tenemos tiempo para nosotros mismos. Lo dedicamos a los hijos, la pareja, la familia, el trabajo, la casa, los amigos, algún deporte o hobby… pero no solemos sacar tiempo para pensar en nosotros, en qué momento nos encontramos, cómo hemos llegado hasta ahí y dónde nos gustaría vernos próximamente.

¿Cuándo fue la última vez que te paraste a pensar en tu vida, en ti mismo, en tus metas, si has cumplido todos tus sueños, de qué personas te rodeas, cómo te expresas, cuáles son tus limitaciones, qué estás haciendo bien últimamente, si te sientes feliz o qué te falta para sentirte un poco más pleno…?

¿Cuándo fue la última vez que te paraste a pensar cómo te comportas y cuáles son tus creencias? Recuerda que todo comportamiento es impulsado por una creencia.

La capacidad de introspección es uno de los ingredientes básicos que alimentan la autoestima. Esta capacidad nos permite analizar nuestros miedos, nuestros aciertos y errores, nuestras incertidumbres, nuestras características, comportamientos, pensamientos, creencias e ilusiones y examinar si hemos llegado donde queremos estar, qué lo ha hecho posible o qué no, y cómo debemos enfrentarnos a las próximas experiencias.

Cuando detienes el tiempo y te paras a pensar en ti, sobre tu vida, se produce un momento de introspección que te transporta a una realidad que no sueles analizar pero que es imprescindible para el crecimiento personal.

Si quieres dar un buen ejemplo a tus hijos y verte reflejado en ellos sintiéndote orgulloso de lo que les transmites detén el tiempo de vez en cuando para desarrollar tu mente autoanalítica y autocrítica y enséñales a ellos cómo hacerlo para que desarrollen también la capacidad de introspección y el crecimiento personal tan importantes para la autoestima.

Si consideras que necesitas transformar un aspecto de ti o de tu vida no lo dudes, sal de tu zona de confort, inténtalo, falla y persiste hasta conseguir el resultado que buscabas y la emoción deseada. Después párate a reflexionar sobre lo que has conseguido y cómo. Transforma la limitación en liberación. Porque cuando te observas y eres consciente de esa emoción que te está pidiendo una transformación consigues:

  • Relativizar la situación,
  • ser más objetivo y más benévolo contigo mismo, así como
  • encontrar soluciones que se adaptan a ti para conseguir ese estado deseado.
  • Además, desactivas tu “piloto automático” y
  • consigues poner conciencia para provocar ese cambio que te lleva al estado de emoción deseado.

Hay un ejercicio de visualización que utilizamos en las sesiones de coaching con adolescentes para despertar el pensamiento profundo:

Has visualizado una meta importante que quieres conseguir porque te aportará beneficio en los próximos años.  Imagina el día que se la consigues y contesta a estas preguntas:

  • ¿Qué fecha es?
  • ¿Cómo te sientes?
  • ¿Cómo te ves, qué llevas puesto?
  • ¿Dónde estás?
  • ¿Con quién estás?
  • ¿Qué le están diciendo?
  • ¿Qué crees al respecto?

Ahora piensa que ha pasado un año desde que lo conseguiste, así que sumamos un año a la fecha, y te hacemos las mismas preguntas. Para finalizar suma dos años más a la última fecha, te hacemos las mismas preguntas y por último añadimos:

  • ¿Qué te aporta en este momento?
  • ¿Hay algo sobre esa meta que ahora deberías ajustar/modificar?
  • ¿Cuáles han sido los resultados conseguidos tras estos tres años?
  • Del 1 al 10, ¿cuánto ha merecido al pena para ti? ¿y para los demás?

Ser capaces de analizar nuestras emociones en el pasado y el presente es esencial para el crecimiento personal, como también lo es la capacidad de visualizarnos en el futuro próximo y en un futuro muy lejano. De esta manera somos capaces de detectar qué emociones suelen estar presentes en nuestra vida y cuáles queremos que sigan presentes o surjan nuevas en el futuro.

El progreso es directamente proporcional a la motivación. A mayor progreso, mayor motivación. Los pequeños avances liberan químicos y hormonas en nuestro cuerpo que nos ayudan a mejorar la autoestima.

Visualízate longevo, en una estancia rodeado de tus hijos:

  • ¿Cómo te gustaría ser recordado cuando ya no estés ahí?
  • ¿Qué tres cualidades te gustaría que utilicen para definirte al recordarte?

Ofrece a tus hijos la posibilidad de desarrollar la capacidad de introspección y les estarás regalando gran parte de su crecimiento personal.